25 enero 2015

Encaramos en forma demasiado seria la seriedad, valorizamos en exceso la madurez de los maduros

¿Qué es, en realidad, lo que se imagina aquel que, en nuestros tiempos, siente la vocación de la pluma, del pincel o del clarinete? El, ante todo, quiere ser artista. Quiere crear el arte. Anhela, entonces, con la belleza, la bondad y la verdad alimentarse a sí mismo y a sus conciudadanos, se propone ser Vate, Bardo, Sacerdote y regalarse en su ser a los demás, quemarse en el altar de los sublime, procurando a la humanidad ese maná celestial tan deseado. Además quiere dedicar su Talento al servicio de la idea, y quizás conducir a la humanidad o la Nación al mejor futuro. ¡Qué fines más nobles! ¡Qué magníficos propósitos! ¿No eran tales, acaso, los fines y propósitos de Shakespeare, Goethe, Beethoven o Chopin? Aquí está la cosa, sin embargo, que vosotros no sois Chopines ni Shakespeares, sino a lo mejor semi-Shakespeares y cuartos de Chopin (¡Oh, malditas partes!) y por consiguiente esa actitud sólo destaca vuestra triste inferioridad e insuficiencia, y parecería como si quisierais por fuerza saltar al pedestal, rompiéndoos en torpes saltos vuestras partes del cuerpo muy preciosas.

Creedme: existe una gran diferencia entre el artista que ya se ha realizado y aquella muchedumbre infinita de semi artistas y cuartos de bardos que se empeñan en realizarse. Y lo que queda bien en el genio, en vosotros suena de modo distinto. Más vosotros, en vez de procuraros concepciones y opiniones según vuestra propia medida y concordantes con vuestra realidad, os adornáis con plumas ajenas, y he aquí por qué os transformáis en eternos candidatos y aspirantes a la grandeza y a la perfección, eternamente impotentes y siempre mediocres; os volvéis sirvientes, alumnos y admiradores del Arte, que os mantiene en la antesala (…)

(…) De modo plástico así expondría yo el problema: Imaginad que un adulto y maduro vate, inclinado sobre sus papeles, está pugnando con la obra… Y mientras tanto sobre su nuca se le ha posado un adolescente, o un semiaclarado semiculto, o una doncella, o alguna persona de alma mediana, o cualquier ser más joven, inferior y más oscuro, y he aquí que aquel ser, aquel adolescente, doncella, semiculto u otro cualquier turbio hijo de la subcultura le agarra la mente con su fórceps, ataca su alma, la estrecha y la aprieta, la rejuvenece, la inmadurece y la prepara a su modo, rebajándola a su nivel, ¡Ah, en sus brazos! Pero el creador, en vez de afrontar al inoportuno, finge no notar su presencia y -¡qué loco!- cree que eludirá la violación, fingiendo no ser violado por nadie. ¿Acaso no es eso justamente lo que ocurre con vosotros, comenzando por los grandes genios y terminando por los pequeños y refinado bardos de segundo coro? ¿Acaso no es verdad que todo sea más maduro, superior, mayor y más perfeccionado depende, en mil diferentes maneras, de seres que se encuentran en estados de desarrollo más temprano, y acaso esa dependencia no nos compenetra hasta la médula misma del espíritu nuestro, de tal modo, que es dable decir: el mayor por el menor está sin cesar creado? ¿Acaso escribiendo no debemos adaptarnos al lector? Hablando ¿no nos hacemos dependientes espiritualmente de aquel para el cual hablamos? ¿No estamos mortalmente enamorados de la juventud? ¿No debemos en cada momento buscar los favores de seres inferiores, ajustarnos a ellos, doblegarnos, someternos, ora a su prepotencia, ora a su hechizo, y esta violación dolorosa que sobre nuestras personas comete la semioscura inferioridad no será la más aguda y la más engendradora de las violaciones? Pero vosotros, hasta ahora, sólo sabéis esconder vuestras cabezas en la arena ante la violación y, ocupados en el cincelamiento de vuestras aburridas rimas, no tenéis ni tiempo ni gana para interesaros en eso. Mientras en realidad sois sin cesar violados, adoptáis un semblante como si nada ocurriese, ¡oh, porque vosotros sólo entre vosotros os divertís y la madurez vuestra es tan madura que sólo sabe convivir con la madurez!

Pero si os preocupaseis menos por el arte y más por vuestras personas, no os callaríais nunca frente a tal terrible violación de la persona; y el poeta en vez de que para otro poeta sus poemas escribiese, se sentiría penetrado y creado desde abajo por fuerzas que hasta ahora pasaba por alto. Comprendería que el único modo de librarse de aquella presión formidable es reconocerla; y trataría de que en su mismo estilo, su actitud, su tono, su forma tanto artística como cotidiana, se notase en toda evidencia esa vinculación con lo bajo. Ya no se sentiría sólo Padre, sino Padre y a la vez Hijo, y no escribiría sólo como sabio, como fino y maduro, sino más bien Sabio siempre entontecido, como Fino sin cesar brutalizado y como Adulto siempre rejuvenecido. Y así, alejándose de su escritorio, se encontrase accidentalmente con un niño, un adolescente, una doncella o un semiculto, ya no se aburriría con ellos y tampoco les daría protectoras, didácticas y pedagógicas palmadas en el hombro, enseñándole con toda superioridad sus enseñanzas, sino más bien en un santo temblor se pondría a gemir y rugir y aun, quizás, caería de rodillas. En vez de huir ante la inmadurez encerrándose herméticamente en las así llamados cenáculos, concebiría que el estilo en verdad universal es sólo ese que, en convivencia con seres de diferente condición social, edad, educación y desarrollo, lenta y paulatinamente se crea. Y esto llevaría por fin a una forma tan jadeante de creación y llena de enorme poesía que todos os convertiríais en grandioso genios.

Mirad, entonces, qué esperanza os trae la personal concepción mía, ¡y qué perspectivas! Pero si quisierais que ella se convirtiese en una concepción cien por ciento creadora y definitiva, tendríais que dar todavía un paso adelante, y este paso es tan atrevido, agudo y terminante, tan ilimitado en sus posibilidades y demoledor en sus consecuencias, que sólo de lejos y en voz muy baja lo mencionarán mis labios. He aquí –ya llegó el tiempo, ya se puede empezar, ya sonó la hora en el reloj de los siglos-: tratad de oponeros a la forma, liberaos de la forma. Dejad de identificaros con lo que os define. Tratad de esquivaros de toda expresión vuestra. Desconfiad de vuestras opiniones. Tened cuidados de las fes vuestras y defendeos de vuestros sentimientos. Retiraos de lo que parecéis ser desde afuera y huid ante toda exteriorización, así como un pajarito ante la serpiente huye.

Pues –pero no sé, francamente, si ya hoy pueden mencionarlo mis labios- es erróneo el postulado de que el hombre debería ser definido, es decir, inquebrantable en sus conceptos, categórico en sus declaraciones, claro en sus ideologías, decidido en sus gustos, responsable de sus palabras y actos, preciso y cristalizado en todo su modo de ser. Contemplad de más cerca lo quimérico de ese postulado. El elemento nuestro es la inmadurez eterna. Lo que hoy podemos pensar, sentir y decir, forzosamente se convertirá en una tontería para los bisnietos. Mejor sería, entonces, si hoy ya tratásemos todo eso como una tontería, adelantándonos al tiempo… Y esa fuerza que os lleva a una definición prematura no es, como creéis, una fuerza enteramente humana. Pronto nos daremos cuenta que ya no es lo más importante morir por las ideas, estilos, tesis, lemas y credos, ni tampoco aferrarse y consolidarse a ellos, sino esto: retroceder un paso y tomar distancia frente a todo lo que se produce sin cesar en nosotros.

De Witold Gombrowicz en Ferdydurke.

02 agosto 2013

El descenso

El descenso nos llama
como la ascensión nos llamaba.
La memoria es una suerte de cumplimiento,
una renovación
- y más: una iniciación:
los espacios
que abre son lugares nuevos,
poblados por hordas
hasta entonces inexistentes,
nuevas especies
en movimiento hacia nuevos objetivos
(los mismos
que antes habían abandonado).
Ninguna derrota
es enteramente derrota:
el mundo que abre es siempre
un lugar antes insospechado.
Un mundo perdido es un mundo
que nos llama a lugares inéditos:
ninguna blancura
(perdida) es tan blanca
como la memoria de la blancura.

Al anochecer, el amor despierta
- aunque sus sombras,
vivas por la ley del sol,
ahora se aletargan
y se desprenden del deseo.
El amor sin sombras ahora
se anima y
conforme avanza la noche
despierta.

El descenso
hecho de desesperaciones
por incumplido
nos cumple: es un nuevo despertar,
reverso
de la desesperación.
Aquello que no pudimos cumplir,
aquello negado al amor,
perdido en la anticipación,
se cumple en un descenso,
sin fin: indestructible.


19 julio 2013

Metempsicosis

Yo fui un soldado que durmió en el lecho
de Cleopatra la reina. Su blancura
y su mirada astral y omnipotente.
     Eso fue todo.

¡Oh mirada! ¡oh blancura! y oh, aquel lecho
en que estaba radiante la blancura!
¡Oh, la rosa marmórea omnipotente!
     Eso fue todo.

Y crujió su espinazo por mi brazo;
y yo, liberto, hice olvidar a Antonio.
(¡Oh el lecho y la mirada y la blancura!)
     Eso fue todo.

Yo, Rufo Galo, fui soldado y sangre
tuve de Galia, y la imperial becerra
me dio un minuto audaz de su capricho.
     Eso fue todo.

¿Por qué en aquel espasmo las tenazas
de mis dedos de bronce no apretaron
el cuello de la blanca reina en broma?
     Eso fue todo.

Yo fui llevado a Egipto. La cadena
tuve al pescuezo. Fui comido un día
por los perros. Mi nombre, Rufo Galo.
     Eso fue todo.

Metempsicosis de Rubén Darío.

27 junio 2013

Autocrítica

Frente al mundo, el indiferente no es ni ignorante ni hostil. Tu propósito no es redescubrir las saludables alegrías del analfabetismo, sino, al leer, no conceder ningún privilegio a tus lecturas. Tu propósito no es ir desnudo por ahí sino estar vestido sin que eso implique necesariamente afectación o abandono; tu propósito no es dejarte morir de hambre, sino solamente alimentarte. No es que quieras llevar a cabo estas acciones con total inocencia, pues la inocencia es un término demasiado fuerte: solamente, simplemente, si es que ese “simplemente” tiene algún sentido, dejarlas en un terreno neutro, evidente, desprovisto de todo valor, y no, ante todo no, funcional, porque la funcionalidad es el peor de los valores, el más hipócrita, el más comprometedor, aunque patente, fáctico, irreductible; que no haya nada más que decir: lees, estás vestido, comes, duermes, caminas, que sean acciones, gestos, pero no pruebas, no monedas de cambio: tu ropa, tus alimentos, tus lecturas ya no hablarán en tu lugar, ya no tendrás que hacerte el listo a través de ellos. Ya no les confiarás más la agotadora, la imposible, la mortal tarea de representarte.


De Georges Perec en Un hombre que duerme.

12 mayo 2011

Un programa

Los mismos principios: no prohibirse nada salvo lo que contraviene la paz del alma construida con paciencia y hábitos continuados. Chicos y chicas, jóvenes y no tan jóvenes, bellos o no, sagaces o no, únicos o múltiples, sucesivos o contemporáneos, yuxtapuestos o simultáneos, no importan los amores con tal que se practique un Eros ligero, “accesible y fácil” dice Horacio. La ligereza triunfa como virtud cardinal, como principio constructor del querer libertino: no infligir nada y no soportar nada pesado, huir tanto de la pesadez impuesta como de la pesantez sufrida. Querer la vivacidad, la sutilidad, la delicadeza, la elegancia y la gracia, prohibiendo(se) radicalmente la menor onza de peso en la relación sexuada y sexual, amorosa y sensual (…) Es pesado lo que fija, inmoviliza y nos vuelve sedentarios. Lo que pide cuentas, lo que exige un derecho de inspección y nos somete a la presión de una voluntad tercera. Lo que otorga a las pulsiones de muerte un poder exorbitante en la intersubjetividad. Lo que se inmiscuye, se insinúa entre los dos e instala como fuerza intersticial un fermento de descomposición y una potencia abrasiva y corrosiva. Lo que abate las alas de Eros y trata de echar por tierra el capital aéreo y primero de toda historia amorosa. Lo que hace surgir las demandas de explicaciones, las propuestas de justificación, las invitaciones de las promesas, las fantasmagorías regresivas e infantiles en el momento mismo del presente puro. Lo que deja plenos poderes al odio a sí. Lo que hipoteca el porvenir y quiere la clausura. Lo que quiere la eternidad cuando debe triunfar el instante.

La obra de Ovidio propone una práctica libertaria e igualitaria de la seducción. Allí donde habitualmente la etimología enseña que seducir significa desviarse del camino, desplazarse, instalarse en una vía imprevista, separada, dirigirse a otra parte, aparte y apartado, la nueva definición ovidiana de este viejo concepto supone un encaminarse a dúo, en común, y en la claridad (…) Además de invitar al arte de conquistar, el tratado hedonista invita a poner los talentos del impetrante en el arte de la conservación. Ovidio construye con todas las piezas una ética de la dulzura. Contra la brutalidad feudal y la violencia burguesa, la lógica del Eros ligero formula una moral del cuidado del otro. De ahí la promoción de virtudes constructivas en la economía de esta ética voluptuosa: atención, ternura, dulzura, paciencia, entrega. El placer de uno no debe pagarse con el displacer del otro. No hacer el mal. Y tampoco sufrirlo.

Ahora bien, los autores de las fábulas sobre animales deberían tener en cuenta al erizo, pues este animal expresa en el grado más alto las virtudes de la prudencia, de la previsión y el cálculo hedonista. Su técnica para evitar lo negativo procede del repliegue, del recogimiento, del cierre de las escotillas por las que el mundo suele penetrar habitualmente en la carne y por tanto en el alma. Desde que aparece el riesgo del estrés, de la frustración o de la amenaza, el erizo baja la cabeza, vuelve a colocar sus púas delante de la cara, arruga la nariz, que se encoge y se recoge (…) El erizo rechaza tanto el mimetismo de los parajes como la violencia del predador, pues prefiere una sabiduría verdaderamente hedonista: evitar el displacer, ponerse en la posición de no tener que sufrir ningún disgusto, instalarse en el retiro ontológico. Ni desaparecer, ni atacar, sino estructurarse como fortaleza a partir de un pliegue en el que se preserva la identidad. El erizo ilustra una de las vertientes del ideal hedónico: aspirar al placer, desde luego, tender hacia la satisfacción, evidentemente, buscar las ocasiones de regocijarse, sin dudas, pero asimismo, y tan poderosamente, conjurar el displacer, expulsar las causas del malestar, pulverizar los motivos de insatisfacción. No querer lo negativo pesa tanto en la aritmética de los placeres como buscar lo positivo.

El descubrimiento de la distancia ideal donde el otro deja de amenazar, a la manera de arrecifes y escollos, supone recurrir a la retórica del contrato. La buena distancia se realiza recurriendo al lenguaje, a los signos, a la palabra, a los sentidos intercambiados por dos actores lúcidos, informados y decididos a hacer coincidir sus actos y sus declaraciones. No tomo en consideración a los incapaces de decidir desde una perspectiva común, a los que dicen una cosa y hacen la contraria, a los que hablan recto pero actúan torcidamente; rechazo a los que habitan en un corte, en una locura, en un malestar, en una rotura, en una fisura que disuelven la sana intersubjetividad; excluyo a los astutos, a los hipócritas, a los mentirosos, a los mitómanos, a los histéricos; dejo de lado a los enfermos, a los indigentes, a los retrasados de la ética; paso de largo delante de los especialistas del doble lenguaje, del juego adulterado, de la duplicidad mental; rechazo lo que los juristas denominan el delincuente relacional –y todos aquellos de los que Diógenes de Enada subraya su incapacidad fundamental y visceral para contratar (…) Podemos contratar para el matrimonio, para tener hijos, familia, para la monogamia, la fidelidad, la mutua asistencia, la exclusividad sexual, la relación duradera, pero también podemos hacerlo para la independencia, la autonomía, la libertad, la soltería, la soberanía, el tiempo limitado y contenido en formas convenidas. En el momento de los compromisos esenciales, cada cual dispone libremente de los medios para elegir entre la absorción comunitaria o el júbilo individualista (…) El libertino, tal como lo entiendo, nunca contrata por encima de sus posibilidades: no pone nada por encima de su libertad; nunca se ha extraviado en las promesas que comprometen para la eternidad; nunca ha seducido al otro con edenes en los que no cree; nunca juega con las palabras, la voz y la retórica para obtener despreciables éxitos a través de la mentira; nunca hipoteca el futuro, ni traza ningún plan astronómico, nunca habla de los años por venir; dice lo que va a hacer y hace lo que ha anunciado; desde el primer momento afirmó que de ninguna manera se sacrificaba a las mitologías y a los fantasmas familiaristas de su cultura; no habla de amor, de hogar, de conyugalidad, de paternidad, de maternidad, de monogamia; mantiene lo que un día prometió: la voluntad feroz de dar y recibir placer, y la determinación de romper el contrato o aceptar que el otro tome la iniciativa para ello si el proyecto empieza a parecer irrealizable o ya lo es.

De Michel Onfray en Teoría del cuerpo enamorado. Va un video para quien lo quiera conocer un poco más.

15 abril 2011

Un Aleph

Soy el chico que se apoya en la reja y la ve llorar. Soy su ilusión, un pensamiento oscuro y la comunicación inasequible, soy el goce de la amenaza y el hombre que siempre pierde. Por qué no, el peligro y la derrota. Soy la chica que llora y espera. Soy sus dudas, una palabra en francés y la tristeza insoportable, soy el cálculo hedonista y la mujer que se crea a sí misma. Por qué no, el placer y la falta. Soy, también, la reja fría y sucia, la marca en la frente, el tren que pasa, la estación mundo, la mano que aparta el pelo y el mundo estación. Soy las cosas, los agujeros que las separan y la libertad. Soy, además, la lágrima que no llega al suelo, la sangre que llega al río, el abrazo que desrealiza espacio, el tiempo que nace recreado tras un beso, soy un fotograma perfecto, soy Dios y la bendición del instante, soy el laboratorio y todas las partículas de energía que tienen olor. Soy el amor que se construye en el margen de una plaza. Soy, amén, la nena que lo mira todo, sus alas y su corona, soy lo que entiende, su indiscreción y la de estas palabras, el devenir que sabe y su sonrisa.

04 abril 2011

Yo aplaudo (y de pie)

-¿Pero por qué carajo aplauden? -dijo el cronista al oído de Juan.
-Porque nacieron para eso -dijo Juan. Unos hacen las cosas y los otros las aplauden, y a eso le llaman cultura musical.

21 enero 2011

Lo más seguro en esta vida, es lo que nunca se conoce

Tengo tiempo, para saber
si lo que sueño concluye en algo.
No te apures, ya más, loco
porque es entonces cuando las horas bajan,
el día es vidrio sin sol;
bajan, la noche te oculta la voz.
Y, además, vos querés sol,
despacio, también,
podés hallar la luna.

Viejo roble del camino,
tus hojas siempre se agitan algo.
Nena, qué bien te ves
cuando en tus ojos no importa si las horas bajan,
y el día se sienta a morir;
bajan, la noche se nubla sin fin.
Y, además, vos sos el sol,
despacio, también,
podés ser la luna.

Bajan de Luis Alberto Spinetta.

04 enero 2011

He aquí el hombre

“Mi conclusión es, en una palabra, que no solo los grandes hombres, sino aquellos que se elevan, por poco que sea, por encima del nivel medio, y que son capaces de decir algo nuevo, son, por naturaleza, e, incluso, inevitablemente, criminales. Si no lo fueran, les sería difícil salir de la rutina. No quieren permanecer en ella, y yo creo que no lo deben hacer (…) Los hombres pueden dividirse, en general y de acuerdo con el orden de la misma naturaleza, en dos categorías: una inferior, la de los individuos ordinarios, es decir, el rebaño cuya única misión es reproducir seres semejantes a ellos, y otra superior, la de los verdaderos hombres, que se complacen en dejar oír en su medio ‘palabras nuevas’. La primera categoría se compone de hombres conservadores, prudentes, que viven en la obediencia, porque ésta obediencia los encanta. Y a mí me parece que están obligados a obedecer, pues éste es su papel en la vida y ellos no ven nada humillante en desempeñarlo. En la segunda categoría, todos faltan a las leyes, o, por lo menos, todos tienden a violarlas por todos sus medios. Naturalmente, los crímenes cometidos por estos últimos son relativos y diversos. En la mayoría de los casos, estos hombres reclaman, con distintas fórmulas, la destrucción del orden establecido, en provecho de un mundo mejor. Y, para conseguir el triunfo de sus ideas, pasan si es preciso sobre montones de cadáveres y ríos de sangre. Mi opinión es que pueden permitirse obrar así; pero..., que quede esto bien claro..., teniendo en cuenta la clase e importancia de sus ideas (…) Los hombres de la primera categoría son dueños del presente; los de la segunda del porvenir. Las dos tienen su razón de existir. En una palabra, yo creo que todos tienen los mismos derechos. Vive donc la guerre éternelle..., hasta la Nueva Jerusalén, entiéndase.”


De Fedor Dostoievski en Crimen y Castigo. El dibujo es "Retrato de un hombre extraordinario" por el Conejo.




22 diciembre 2010

Fluir

Fluir, en la dinámica fluvial se explica todo, lo que nace y brota, allá arriba, tiene su lugar, se desplaza, sin dificultad, por la pendiente, como el caminante perdido en el barrio, como la historia de Bonnie y Clyde, como las palabras que se asocian, libres, y construyen aposiciones, una que explica a la otra, y siempre hay una más, una coma más, una curva más, el curso es una incertidumbre, el río abre, cauces y valles, modela el paisaje, transforma el relieve, ¡y así se transforma él mismo!, avanza con energía, acomoda las rocas, recibe a sus afluentes, crece y decrece, se hace navegable y después no, y allá abajo, donde el placer y el dolor se traban, muere si puede, como quien sabe elegir.



Bonnie & Clyde de Serge Gainsbourg, un genio que me vuela la cabeza. Es el tema que más me gusta escuchar por estos días. A quien guste, dejo el link del video original en el que canta con su pareja de entonces, otro genio, Brigitte Bardot.

http://www.youtube.com/watch?v=lsTMhScumOE&feature=related

01 diciembre 2010

Paranoia

Caminar mirando el piso/
los zombies de Belgrano/ me comen el cerebro con sus miradas/
entes erráticos y sádicos/ que miran sin razón ni lógica/
muertos vivos sin origen/ que devoran humanos con los ojos/
tengo que dejar de hacerlo/
vale la pena morir en cada esquina/ si puedo renacer a media cuadra/
la vista en alto cuesta una vida/ pero también embellece una mañana/
(y después cuesta una vida)/
hay un precio que pagar por todo/
pero ¿cómo voy a renunciar a algo/ que todavía no he probado?/
esa mujer le limpia la cola al perro/
esa vieja triste/ encerrada en su ventana/
contempla el mundo de reojo/ y extraña su pueblo/
pero ¿cómo no estar bien/ cuando se llora de amarillo?/
con un café bien fuerte/ y un rincón en el futón/

Todo esto es muy contradictorio/ correrse a voluntad del centro/
sufrir estos trastornos delirantes/ sin motivo ni droga/
esta manía incontrolable/ de encadenar un pensamiento a otro/
este delirio que me hunde con Narciso/
mi salud mental serviría de ejemplo a la ciencia/
cómo se asume con facilidad y diligencia el papel de víctima/
cómo se miente una sombra/ y acá va de nuevo/
¿y si es ella que se hace pasar por otra/ y antes se hacía pasar por una/
que se hizo amiga de aquella/ para arruinarme la vida?/
como si todo tuviera que ver conmigo/
¡justo conmigo!

04 noviembre 2010

Escribir

Si acaso tengo un problema es que se me notan los problemas. Estos días, ando con los conflictos en la superficie. La camarera del lugar al que suelo ir a comer me ve dudar unos segundos frente al menú, se me acerca y me escupe en la cara: “tenés que desambiguarte”. Soy un índice ambulante, un síntoma perfecto. ¿Cuánto de un fenómeno se explica en su visibilidad? Como sea, si voy a volver a escribir acá no va a ser a causa de aquel ridículo llamado. Hoy, que la mayoría de los murmullos gentiles han callado, que ya no se oye el canto de las sirenas (Ulises sabía que el silencio era un arma más terrible que el mismo canto), hoy, de nuevo, es audible otra voz. ¿Cuánto de un fenómeno se explica en su audibilidad? Una voz que no termino de conocer, recortada en el interior de mi cabeza, ¿la voz de la conciencia?, que insiste como un Dios o como un amor. Una voz que se parece mucho en su tono a la de la arcádica vecinita de al lado, voz casual pero precisa, tenue pero monumental, cuya percepción es dolorosa. Quiero decir, no se si me conviene escucharla pero ¿cómo no escuchar lo que tiene para decir una voz? Si vuelvo a escribir acá es porque no hay modo de negarla. ¿Cuánta suerte tienen los ciegos en jamás haberse visto? ¿Cuánta desgracia llevan en su mochila, pegada al cuerpo, los psicoanalizados? Su absurdo argumento está lleno de inocencia pero también de esperanza: si logro aceptar el desafío, escribiendo lo que sea y como pueda (no exige resultados), si me enfrento a todas mis imposibilidades, desde la indisciplina a la indiferencia, desde el temor al conformismo, si las proyecto fuera de mí, si dejo de crearlas porque dejo de actuar como si existieran, voy a engendrar otro tipo de disposiciones y promover un cambio, voy a emerger de la lucha sintetizado en un mejor tipo, un tipo que escribe y que, por eso, es más civilizado, se acerca más a lo que quiere ser y al que no se le notan los problemas porque, tal vez, ya no los tenga.

05 octubre 2010

Persecuciones blog

Fui concebido, hace ya unos cuantos años, como un vulgar depósito. El lugar donde apilar, desordenadamente y con reprochable criterio estético, distintas cosas que daban vueltas por su casa y por su cabeza, cosas que necesitaba ubicar todas juntas en algún lado, menos para encontrarlas fácilmente que para perderlas de una buena vez. La premisa: Semen retentum venenum est. Creía que, ubicando fuera de sí sus pensamientos inútiles, limpiando su ambiente más inmediato de artículos recolectados durante años, perdiendo de vista sus insoportables dibujos, sus notas y lecturas recurrentes (le voy a conceder que no se puede encarar un día saludablemente releyendo a Shopenhauer con el desayuno), podía darle lugar a Lo Nuevo. Quería vivir, expulsando de sí todo lo que quería morir. Y fantaseaba, casi como un nene, con un virus informático, al que llamaba Shannon (por el personaje de la novela de Palahniuk), que se devoraría en la virtualidad cada una de mis entradas y, soñar no le costaba nada, las de algunos de mis colegas también.

Lo cierto es que el gusano nunca vino. Los gusanos serán gusanos pero no comen mierda. Entonces comprendió, ironía del destino, lo que quería decir la Shannon de Palahniuk con eso de que huir no te evita seguir adelante con tu vida y, desde aquella revelación, la idea que me da vida, que infla mi espacio virtual, pero potente, capaz de volverse más real que lo real mismo (¡ya lo ven!), fue mutando monstruosamente. Créanme. Empezó a verse reflejado en este espejo, a reconocerse, a compartir, de a poco, la imagen con otros, a aceptar comentarios de esos otros sobre la imagen de una imagen suya, a interesarse por esos comentarios (ni Copérnico, ni Darwin, ni el distinguido doctor Freud pudieron erosionar su ego tanto como pudo una pendeja con un frase aquí mismo y un amigo que no nos leyó nunca) y, perdónenlo por su estúpida vanidad, llegó a darle tal valor a la imagen que, en algunas ocasiones, lo sorprendí masturbándose mientras la contemplaba. Alienado, el creador se inclinaba (si tuviera una pija me la habría mamado) ante su creación.

(Disculpen pero sabrán entender que no sepa escribir más que de un modo semejante al de él).

La rueda continuó girando, el monstruo deformándose, y me culpó, ¡a mí! de su presunción: como si fuera posible que desde un lugar como éste alguien con cuestionables capacidades pueda hacer algo que se parezca al arte. No hay lugar acá para la creación artística, mi amigo. Ni lo habrá. No para usted. Pero eso no debe entristecerlo ni desalentarle. La toma de conciencia de una realidad semejante puede servirle para enfocar de nuevo. Para que la rueda de la vuelta completa y pueda volver, ¿por qué no?, ahora que ya no queda nada que mostrar ni nadie a quien mostrarle, a la idea fundacional. A la idea sencilla y primitiva, pero no por eso menos noble, que me dio origen. Volver al pasado. Pero a un pasado nuevo, actualizado.

Ya ven lo desesperado que estoy. Ya ni para apilar basura sirvo y el tango sigue… Nunca antes fui víctima de tal descuido y desinterés. Nunca antes lo vi tan metido en sus pensamientos y obsesiones inconducentes: que la soledad es imposible, que los muertos siguen teniendo facebook, que hace falta una escuela para el oído, que todavía no se ha aprendido a amar, que 'dame algo que sea exactamente lo que parece', que por el camino de la mentira es por el que se llega a la felicidad, que ingenuos aquellos que, como él, creyeron que era en la verdad donde estaba la salvación, que 'no se atreve a vivir de la poesía', que 'aquellos se creen muy machos pero afirman su masculinidad teniendo relaciones homo, aunque sean simbólicas', que si Messi se la aguanta es porque pone el cuerpo por delante, que una y otra vez la canción de Iorio, como la vecina de abajo, que le duele el Yo, que eso de vivir al borde del abismo es para pocos, que es mejor vivir anestesiado de lo real, que hace falta una escuela para la vista, que el cuadro de Rembrandt esconde no se qué cosa según vio en una película, y volver a mirar una y otra vez millones de cuadros, ¡pero esta vez el cuadro completo eh!, con todos sus detalles, que la gata no deja dormir cogiendo su celo afuera y después viene, mansa, por el plato de leche y la carne picada, que cree haber visto a Thomas Pynchon caminando por Corrientes, que quién tiene el esperma más rápido, que estar sano en un mundo enfermo es estar un poco enfermo, que 'no se entere tu marido ni lo sepa tu mujer', que etimológicamente 'dos' y 'duda' tienen casi el mismo origen, que hay que aceptar un futuro indeterminado o, mejor, sobredeterminado.

Al principio supuse que mi abandono se trataba de una suspensión momentánea de los relatos que le era necesaria para integrarse más con el mundo. Pero la situación, como verán, es mucho más grave y compleja. Hoy, por ejemplo, anduvo todo el día con el cuento ese de que confirmó la existencia de su justa fuerza compensadora. Cree que, efectivamente, tiene un archienemigo. Un tipo con virtudes y defectos, como cualquier otro, pero que está en el extremo opuesto del espectro y al que sólo él encuentra despreciable. Se lo ve débil. Dice que no para de vomitar a causa de los poderes del villano.

En fin, acompáñenme, desaparecidos lectores y visitantes, en mi plegaria: es necesario, por el bien de ambos, que afloje usted un poco con las abstracciones y vea las posibilidades concretas que tiene delante. Tales cayó al pozo por mirar las estrellas. No lo olvide. Pienso que si aún no pulsó la tecla de los verdaderos arrepentidos es porque queda una esperanza. Y por eso me juego esta última carta. ¡Vamos!, desde la indigencia bloguera se lo ruego, ¡re-invéntese y vuelva! No puedo vivir sin usted mucho tiempo más.

16 julio 2010

Felices los normales

Felices los normales, esos seres extraños,
los que no tuvieron una madre loca,
un padre borracho, un hijo delincuente,
una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
los que no han sido calcinados por un amor devorante,
los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
los satisfechos, los gordos, los lindos,
los rintintín y sus secuaces,
los que cómo no, por aquí,
los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
los flautistas acompañados por ratones,
los vendedores y sus compradores,
los caballeros ligeramente sobrehumanos,
los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,
los delicados, los sensatos, los finos,
los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.

Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan y nos construyen,
los más locos que sus madres,
los más borrachos que sus padres y más delincuentes que sus hijos
y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.

Felices los normales de Roberto Fernández Retamar.

09 julio 2010

Soy tu hombre

Si querés un amante
haré cualquier cosa que me pidas
y si querés otro tipo de amor
usaré esta vieja máscara para vos,
si querés un compañero
tomá mi mano
o si me querés derribar con ira
acá estoy,
soy tu hombre.

Si querés un boxeador
saltaré al ring para vos
y si querés un médico
examinaré cada centímetro tuyo,
si querés un conductor
subite
O si querés llevarme a dar un paseo
sabés que podés,
soy tu hombre.

Pero la luna es demasiado brillante,
la cadena es demasiado ajustada,
la bestia no se irá a dormir.
He estado ensayando estas promesas
que hice y no pude mantener
ah, pero un hombre nunca recuperó a una mujer
rogándole de rodillas,
o me arrastraría hacia vos, nena
y caería a tus pies
y aullaría a tu belleza
como un perro en celo
y arañaría tu corazón
y rasgaría tus sábanas
y diría por favor, por favor,
soy tu hombre.

Y si tenés que dormir
un minuto en la ruta
yo voy a guiar para vos
y si querés trabajar la calle sola
voy a desaparecer para vos,
si querés un padre para tu hijo
o sólo querés caminar conmigo otro tramo
a través de la arena ardiente,
soy tu hombre.

Soy tu hombre de Leonard Cohen (traducir noblemente una canción, un poema, es imposible. Se quedan muchas cosas en el camino). El video es en Londres – 2009.