24 noviembre 2009

El Pasado

Pero dos días más tarde (los dos días que Viena, según los resultados de la contabilidad final, terminaría robándole a Londres), cuando entraron a la Osterreichische Galerie, al salón de los Klimt -Rímini desafiante, Sofía débil y adorable, envuelta en un poncho como una beduina invernal, los dos alegrando el aire caldeado con las nubecitas blancas que traían de la calle-, Rímini sintió el amparo de quien vuelve a una patria después de un largo exilio de tristezas. Recorrió las salas, amodorrado por la suave luz amarillenta, y miró los cuadros con un desgano feliz, como si estuviera tan lejos de todos que ni la belleza pudiera malograr su bienestar. Se detuvieron ante El beso y lo contemplaron abrazados, víctimas de ese mimetismo que se apodera de los enamorados cada vez que miran la imagen que siempre han creído que los mira y les habla. “Ya pasó lo peor”, pensó Rímini, y cuando quiso nombrar “lo peor”, lo que le vino a la mente no fue Viena, ni los contratiempos del idioma, ni la fiebre, ni siquiera el dinero y el tiempo que el “error austríaco”, como había pasado a llamarlo, les había robado, sino la simple posibilidad, que no vislumbraba en el futuro sino en el pasado en ese par de horas que dos días atrás había pasado solo, de que Sofía, esa masa de calor pequeña y compacta que ahora se apretaba contra su cuerpo, hubiera desaparecido de su vida para siempre. Como el sobreviviente que cada noche, antes de dormirse, asiste una y otra vez al accidente que casi lo mata, y sólo después de revivir sus pormenores descubre que ese día no hubo distracciones, ni pavimentos mojados, ni autos fatales, y que ese accidente que nunca tuvo lugar aun así le ha robado una parte de su porvenir, abriéndole una herida horrenda en el alma, Rímini volvió a verse lejos de Sofía, se vio sin ella, y esa figura huérfana, como saqueada, lo heló de espanto. Acababa de ver lo que queda de un hombre cuando a todo lo que es, todo lo que cree ser, se le resta la mujer que ama.

En El Pasado de Alan Pauls.

8 comentarios:

Aldy dijo...

Voy a tener que adquirir este libro en los próximos días. Sin falta.

Gracias por ser el puente.

Marina Agra dijo...

"Somos una obra de arte", dijo Sofía. Hasta la eternidad.

Vania dijo...

hola que tal! permítame felicitarlo por su excelente blog, me encantaría tenerlo en mi blog de animes y peliculas .Estoy seguro que su blog sería de mucho interés para mis visitantes !.Si puede sírvase a contactarme ariadna143@gmail.com

saludos

lexi dijo...

escribe algunas cosas buenas este pauls... otras no.
un abrazo!

Marina Agra dijo...

"Sangrar lo justo en el momento justo: ese es el secreto de la inmortalidad".

cd dijo...

colgaste los guantes ?

A.C. dijo...

lo que pudo ser... parece que siempre se las arregla para aplastar a lo que es y a lo que cree ser y deja sin oxigeno a lo que podria llegar a ser...
Saludos.

Anónimo dijo...

Si es que todavía no lo hiciste, quiero recomendarte que leas Los caminos de la libertad, de Sartre. Acabo de terminar con el primero de los libros de la trilogía, y además de que pasé por la librería y me compré Las palabras y La náusea (no entiendo cómo no llegué hasta él antes), no puedo dejar de pensar, de leer lo que pensó y, sobre todo, de pensarte a vos, o a un nosotros que de pronto -por leer Sarte- hasta se me abre en una cantidad de significados nuevos, argumentando a mi favor, el sentido de que hayamos existido. Tomalo como un gesto de cariño, como un resabio de conversación que me hubiera gustado tener, como un libro que hubiera querido compartirte. Tomalo como lo que va quedando de mí. Como el deseo de existencia de lo que no es. (Claro que no espero la publicación de este comentario). Te dejo un beso.