Un nuevo tipo de hombre nacerá. Debe hacerlo. Pronto. El mundo está cansado de artistas de la violencia, de laberintos en los pechos, de almas escindidas, de individuos que disfrutan (disfrutamos) de darse forma a sí mismos como a una materia dura, que sienten (sentimos) placer de sufrir y hacer sufrir. El hombre que hoy se encuentra encajonado en una opresora estrechez y regularidad de las costumbres, que se desgarra, se persigue, se muerde, se roe, se sobresalta, se maltrata impacientemente a sí mismo, que se golpea furioso contra los barrotes de su jaula, este ser al que le falta algo, devorado por la nostalgia del desierto, que tuvo que crearse a base de sí mismo una aventura, una cámara de suplicios, una selva insegura y peligrosa, este loco, este prisionero añorante y desesperado, inventor de la mala conciencia, felizmente morirá. Y tras su ansiada muerte, Nietzsche ya lo intuía, un nuevo hombre habrá de nacer, anticristo y antinihilista, que recuperará para lo humano el valor de la animalidad negada, que le devolverá al mundo su densidad. Ya no observará los fenómenos como si fueran siempre inverosímiles, ilegítimos e imperfectos, ya no más hará las cosas a medias, no quitará el sentido a las cosas, no suscribirá a una visión negativa que sólo empobrece la existencia. Dejará de ser una sombra y de afear las cosas a su alrededor. Este hombre del futuro, salvaje y vagabundo, dejará de establecer una norma de desencanto, porque durante siglos aprendió a aceptar, a entender que la vida no es para enmascararla, degenerarla o negarla. El vencedor de los cómodos, de los reconciliados, los vanidosos, los soñadores y los cansados, se desprenderá o, mejor dicho, nacerá ya sin, la mala conciencia. Sus instintos se desahogarán hacia fuera, ya no más se inhibirán, se interiorizarán ni se volverán contra sí. Recuperará su inocencia y, con ella, su grandeza. Este nuevo ser libre y sin culpas, sin la coraza protectora de una supuesta inteligencia que no conduce sino al padecimiento, la depresión y la impotencia, verá un horizonte donde hoy nadie es capaz de hacerlo. Porque sabrá interpelar al mundo de manera tal que éste yo no le devolverá su forma impura y distorsionada. Este redentor que llegará un día (que sea pronto, deseo) será lo suficientemente fuerte, como deseaba Federico, para hermanar con la mala conciencia todas las inclinaciones innaturales y no las naturales como lo hacen (hacemos) los hombres que habitan (habitamos) el mundo en este presente corrompido. Todo lo que se dirija en contra de los sentidos y los instintos, en contra del animal, será rechazado por este nuevo ser vencedor de Dios y de la nada. Este iluminado liberará a la humanidad de la gran náusea, devolverá a la tierra su meta y a sus pares la esperanza. El nuevo salto se dará. Una nueva caída. Sí. Alguna vez tiene que llegar. El mundo está cansado de nosotros.
3 comentarios:
mhhh... no sera d'elia, no?
si, justo!
gracias. esto que escribiste esta genial. al fin alguien entiende algo...
gracias. esto que escribiste esta genial. al fin alguien entiende algo...
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