“Sé que no hay peor esclavitud que la de sentir que, poco a poco, la propia carne se moldea, se deshace, y se reconstituye en torno a los imperativos del trabajo. Al pie de la cadena de lavado, desde donde chorros de vapor salpicaban el rostro del que metía las cubas en el horno, trabajé con un obrero orgulloso de la excrecencia que le apareció en la unión de su brazo y antebrazo; una bola de carne, de músculo, construida y fabricada por las miles de horas dedicadas a la repetición del mismo gesto. En medio del estrépito, el vapor y las trombas de agua, me mostraba a veces, con un guiño, la señal del mutante: un animal completamente amaestrado para el trabajo (…) Lo que llevaré conmigo hasta la tumba y que atormentará mi alma sin cesar, es la mirada que tenían aquellos que, el día de mi renuncia, asistieron a la escena; una mezcla de envidia y desesperación, un deseo de expresar lo que no podían darse el lujo de decir. Al escribir ahora este libro que llevo en mí desde entonces, pienso en la mirada vacía de los que no pueden devolver su guardapolvo.”
De Michel Onfray en Política del rebelde. Tratado de la resistencia y la insumisión.
Una construcción infinita cuyo placer no está en el remate sino en la reiteración exploradora
16 febrero 2008
Mutantes
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
Me suelo sentir a un pasito de esa mutacion...
me ha incentivado a la lectura Sr.
Publicar un comentario