06 octubre 2006

Para aullar luego solo en la noche tristísima

“Pude comprobar que Haller era un genio del sufrimiento, qué él, en el sentido de muchos aforismos de Nietzsche, se había forjado dentro de sí una capacidad de sufrimiento ilimitada, genial, terrible. Al mismo tiempo comprendí que la base de su pesimismo no era desprecio del mundo, sino desprecio de sí mismo, pues si bien hablaba de instituciones y personas sin miramientos y con un sentido demoledor, nunca se excluía a sí, siempre era el primero contra quien dirigía sus flechas, él mismo el primero a quien odiaba y negaba (…) Pero lo que no había aprendido era una cosa: el estar satisfecho de sí mismo y de su vida. Esto no pudo conseguirlo. Acaso ello proviniera de que en el fondo de su corazón sabía (o creía saber) en todo momento que no era realmente un ser humano, sino un lobo de la estepa (…) En él no corrían el hombre y el lobo paralelamente, y mucho menos se prestaban mutua ayuda, sino que estaban en constante y mortal odio, y cada uno vivía exclusivamente para martirio del otro, y cuando dos son enemigos mortales y están dentro de una misma sangre y de una misma alma, entonces resulta una vida imposible (…) Cuando Harry en su calidad de hombre tenía un bello pensamiento, experimentaba una sensación noble y delicada, o ejecutaba una de las llamadas buenas acciones, entonces el lobo que llevaba dentro enseñaba los dientes, se reía y le mostraba con sangriento sarcasmo cuán ridícula le resultaba toda esta distinguida farsa a un lobo de la estepa (…) Y desde el punto de vista del lobo toda acción humana tenía entonces que resultar horriblemente cómica y absurda, estúpida y vana. Pero exactamente lo mismo le ocurría cuando Harry se sentía lobo y obraba como tal, cuando les enseñaba los dientes a los demás, cuando respiraba odio y enemistad terribles hacia todos los hombres y sus maneras y costumbres mentidas y desnaturalizadas. Entonces era cuando en él se ponía al acecho precisamente la parte de hombre que llevaba, lo llamaba animal y bestia y le echaba a perder y le corrompía toda la satisfacción en su esencia de lobo, salvaje y plena de salud (…) A los caracteres del lobo estepario pertenecía el que era un hombre nocturno. La mañana era para él una mala parte del día, que le asustaba y que nunca le trajo nada agradable. Nunca estuvo en realidad contento en una mañana cualquiera de su vida, nunca hizo nada bueno en las horas antes del mediodía, nunca tuvo buenas ocurrencias ni pudo proporcionarse a sí mismo ni a los demás alegrías en esas horas. Sólo en el transcurso de la tarde se iba entonando y animando, y únicamente hacia la noche se mostraba, en sus buenos días, fecundo, activo y a veces fogoso y alegre. Nunca ha tenido hombre alguno una necesidad de independencia más profunda y apasionada que él (…) Pero en medio de la libertad lograda se dio bien pronto cuenta Harry de que esa su independencia era una muerte, que estaba solo, que el mundo lo abandonaba de un modo siniestro, que los hombres no le importaban nada; es más, que tampoco él a sí mismo, que lentamente iba ahogándose en una atmósfera cada vez más tenue de falta de trato y de aislamiento. Porque ya resultaba que la soledad y la independencia no eran su afán y su objetivo, sino su destino y su condenación.”

De Herman Hesse en El lobo estepario.

No hay comentarios.: