Nuestro cuerpo parece saber del mundo más que nosotros. Más de una vez lo encontramos burlándose del (supuesto) poder de la conciencia y actuando por sí solo. ¿A qué racionalista, a qué persona que piensa en el cuerpo como una mera herramienta de la mente, no le ha ocurrido alguna vez encontrarse de regreso en casa sólo porque el cuerpo lo ha conducido hasta ahí? ¿Quién no se ha propuesto alguna vez recorrer un camino alternativo al habitual hacia algún sitio y percatarse, segundos después del momento y lugar preciso en que hubiera tenido que tomar la decisión del cambio, que el cuerpo había avergonzado a la voluntad y había elegido él, por su cuenta, el camino a recorrer? El cuerpo tiene ese saber habitual del mundo que le permite relacionarse con él de una forma casi mágica. ¿O es que agacharse para pasar por una puerta, espantarse un mosquito o pegarle al segundo palo son decisiones del pensamiento dirigidas al cuerpo y que éste obedece? No. El cuerpo es y habita en el mundo a su manera, asumiendo activamente el espacio, y así, hace de las suyas.
1 comentario:
Muy bueno!
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