“Cuando se empieza a juntar cosas, se empieza a pensar que esas cosas importan. Y cuando estas cosas desaparecen, se rompen o alguien las roba se siente que parte de uno también desaparece, se rompe o es robada” (en La seguridad de los objetos de Rose Troche).
En 1985 Coca-Cola cambió la fórmula de la bebida que había permanecido inalterable durante 100 años y lanzó al mercado New Coke (Nueva Coca-Cola). El fracaso fue rotundo. La gente rechazó el nuevo sabor y se abalanzó a los supermercados a comprar las últimas Coca-Colas de siempre. La empresa recibió más de 400.000 cartas de protesta y miles de llamados diarios de clientes molestos con el cambio. Las nuevas botellas de “la Coca-Cola para débiles” eran estrelladas contra el suelo y su contenido tirado por las alcantarillas como medidas de protesta; hubo abucheos y amenazas para los responsables del cambio y hasta hubo algunos suicidios a los que se relacionó con la desaparición de la clásica gaseosa (uno no sabe qué cosa puede bastar para precipitar todos los rencores y cansancios en suspenso). Ante el descontento generalizado, la compañía revisó la medida y, a menos de tres meses del lanzamiento de New Coke, la Coca-Cola Clásica regresó al mercado. En el discurso de relanzamiento de la bebida más conocida del mundo (el 94% de la población mundial conoce Coca-Cola, la palabra más reconocida alrededor del mundo después de la expresión “Okay”) el presidente de la compañía, Donald Keough, dijo que “cambiar la Coca-Cola es como que Dios hiciera el pasto púrpura o pusiera dientes en nuestras rodillas”. Aquel 11 de Julio de 1985 la cadena ABC interrumpió su programación regular para dar la noticia, a la que calificó como “trascendental en la historia de los Estados Unidos” y, al día siguiente, todos los periódicos de Estados Unidos la colocaron en sus portadas, relegando a segundo plano la operación de cáncer del presidente Reagan. Es que, para algunos, aquel día fue el más feliz de sus vidas y la restauración del viejo producto, una liberación.
Evidentemente, la Coca-Cola es algo importante en la vida y la cultura de mucha gente. No se trata sólo de una simple gaseosa cola sino de una parte de sí mismos, la bebida con la que crecieron muchas generaciones, una fibra sensible, un icono, un símbolo nacional, una adicción, una religión… ¡Dios, Patria y Coca-Cola!
No deja de ser, en cierto modo, trágico cómo algunas necesidades materiales y consumos se convierten en algo relevante para la vida y hasta dan consuelo a la existencia; cómo a veces se dirigen las emociones hacia las cosas equivocadas (hacia las cosas); cómo a veces las cosas de las que estamos rodeados acaban por definirnos, cómo reaccionamos cuando las tenemos y, de repente, ya no más. En fin, cómo experimentamos la seguridad de los objetos… y de la Coca-Cola.
(Publicidad argentina La última Coca).
En 1985 Coca-Cola cambió la fórmula de la bebida que había permanecido inalterable durante 100 años y lanzó al mercado New Coke (Nueva Coca-Cola). El fracaso fue rotundo. La gente rechazó el nuevo sabor y se abalanzó a los supermercados a comprar las últimas Coca-Colas de siempre. La empresa recibió más de 400.000 cartas de protesta y miles de llamados diarios de clientes molestos con el cambio. Las nuevas botellas de “la Coca-Cola para débiles” eran estrelladas contra el suelo y su contenido tirado por las alcantarillas como medidas de protesta; hubo abucheos y amenazas para los responsables del cambio y hasta hubo algunos suicidios a los que se relacionó con la desaparición de la clásica gaseosa (uno no sabe qué cosa puede bastar para precipitar todos los rencores y cansancios en suspenso). Ante el descontento generalizado, la compañía revisó la medida y, a menos de tres meses del lanzamiento de New Coke, la Coca-Cola Clásica regresó al mercado. En el discurso de relanzamiento de la bebida más conocida del mundo (el 94% de la población mundial conoce Coca-Cola, la palabra más reconocida alrededor del mundo después de la expresión “Okay”) el presidente de la compañía, Donald Keough, dijo que “cambiar la Coca-Cola es como que Dios hiciera el pasto púrpura o pusiera dientes en nuestras rodillas”. Aquel 11 de Julio de 1985 la cadena ABC interrumpió su programación regular para dar la noticia, a la que calificó como “trascendental en la historia de los Estados Unidos” y, al día siguiente, todos los periódicos de Estados Unidos la colocaron en sus portadas, relegando a segundo plano la operación de cáncer del presidente Reagan. Es que, para algunos, aquel día fue el más feliz de sus vidas y la restauración del viejo producto, una liberación.
Evidentemente, la Coca-Cola es algo importante en la vida y la cultura de mucha gente. No se trata sólo de una simple gaseosa cola sino de una parte de sí mismos, la bebida con la que crecieron muchas generaciones, una fibra sensible, un icono, un símbolo nacional, una adicción, una religión… ¡Dios, Patria y Coca-Cola!
No deja de ser, en cierto modo, trágico cómo algunas necesidades materiales y consumos se convierten en algo relevante para la vida y hasta dan consuelo a la existencia; cómo a veces se dirigen las emociones hacia las cosas equivocadas (hacia las cosas); cómo a veces las cosas de las que estamos rodeados acaban por definirnos, cómo reaccionamos cuando las tenemos y, de repente, ya no más. En fin, cómo experimentamos la seguridad de los objetos… y de la Coca-Cola.
(Publicidad argentina La última Coca).
4 comentarios:
SI UNO SE PONE A PENSAR, LA COCA COLA SIN GAS Y CALIENTE ES HORRIBLE Y EN REALIDAD ES ESO... LA PRECIADA FORMULA NO ES NADA SIN EL GAS Y EL FRIO.
Que rica es la coca cola.
Caliente y sin gas es asquerosa...
besos
no hablennn así de la coca cola,
todos tenemos nuestros malos momentos...
regio30 dice:
lo q hace la publicidad de un refresco con tal de vender su producto como puedes mezclar la coca cola con DIOS en q cabeza cabe
pero asi la gente de ignorante
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