I
Raza de Abel, duerme, bebe y come;
Dios te sonríe complaciente.
Raza de Caín, arrástrate
en el fango y muere miserablemente.
Raza de Abel, tu sacrificio
¡Agrada al olfato del Serafín!
Raza de Caín, tu suplicio
,¿acabará alguna vez?
Raza de Abel, ves prosperar
tus siembras y tu ganado;
Raza de Caín, tus entrañas
aúllan hambrientas igual que un perro viejo.
Raza de Abel, calienta tu vientre
en tu hogar patriarcal;
Raza de Caín, tiembla de frío
en tu antro, ¡pobre chacal!
Raza de Abel, ¡ama y prolifera!
Tu oro también se multiplica.
Raza de Caín, ardiente corazón,
guárdate de esos grandes apetitos.
Raza de Abel, tú creces y roes
¡como las chinches la madera!
Raza de Caín, arrastra
por los caminos a tu arruinada familia.
por los caminos a tu arruinada familia.
II
¡Ah!, raza de Abel, tu carroña
¡abonará el humeante suelo!
Raza de Caín, tu tarea
no ha sido aún acabada;
Raza de Abel, para tu vergüenza,
¡las cadenas fueron vencidas por el venablo!
Raza de Caín, sube al cielo,
¡y arroja a Dios sobre la tierra!
Esta semana se cumplieron 150 años de la publicación de Las Flores del Mal de Charles Baudelaire. Este poema -“Abel y Caín”- siempre me gustó porque evidencia el inconformismo del poeta y ese 'orgullo digno' del que sabe que la rebelión está condenada al fracaso pero, aún así, se rebela.
Esta semana se cumplieron 150 años de la publicación de Las Flores del Mal de Charles Baudelaire. Este poema -“Abel y Caín”- siempre me gustó porque evidencia el inconformismo del poeta y ese 'orgullo digno' del que sabe que la rebelión está condenada al fracaso pero, aún así, se rebela.
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