11 diciembre 2006

Los intolerables argumentos de Pangloss o la justificación infinita y el rechazo al cambio

“Está demostrado -decía- que las cosas no pueden ser de otro modo: pues si todo ha sido hecho para un fin, necesariamente todo es para el mejor fin. Obsérvese bien que las narices se hicieron para llevar anteojos; y así es como llevamos anteojos. Evidentemente, las piernas están destinadas a llevar calzas, y llevamos calzas. Las piedras se crearon para ser talladas y para hacer con ellas castillos; y así es como monseñor tiene un hermosísimo castillo: el primer barón de la provincia debe ser el que habita en la mejor mansión; y como los cerdos se hicieron para ser comidos, comemos carne de tocino todo el año. Por consiguiente, los que han dicho que todo va bien, han dicho una necedad: hubieran debido decir que todo va del mejor modo posible (…) Todos los hechos están encadenados en el mejor de los mundos posibles: pues, en resumidas cuentas, si no hubieseis sido expulsado de un hermoso castillo con grandes puntapiés en el trasero, por causa del amor de la señorita Cunegunda, si no hubierais caído en manos de la Inquisición, si no hubieseis recorrido América a pie, si no hubierais dado una buena estocada al barón, si no hubieseis perdido todos vuestros corderos del buen país de Eldorado, no comeríais aquí chilacayote y alfóncigos.”

De Voltaire en Cándido o el optimismo.

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