01 diciembre 2006

Bailando por un sueño

“¿Para qué ir al zoológico o al music-hall si los animales y las vedettes vienen a casa (aunque, eso sí, descorporeizados)? (…) Uno de los momentos más recurrentes en todos esos espacios de la programación en que reina la farsa de la intimidad y en los que se acumulan los más histriónicos gestos de familiaridad consiste en lo que podríamos denominar la falsa sorpresa: el presentador finge que algo inesperado, imprevisto en el guión del programa, sucede y le sorprende. Se trata, pues, de la puesta en escena de la naturalidad a través de la representación de la emergencia de lo imprevisto. Pero es evidente para todos que se trata de una representación más, de un mero truco espectacular. De hecho, la torpe interpretación del presentador lo subraya, pues en ningún caso se espera del presentador una eficaz -verosímil- interpretación; todo lo contrario: lo que prima es, precisamente, esa torpeza que hipertrofia a la vez que inverosimiliza el gesto interpretativo: no hay realmente fingimiento de la sorpresa, sino fingimiento del fingimiento de la sorpresa; el artificio, así, se afirma en su despliegue espectacular. El animal televisivo no finge -es decir; no interpreta- finge que finge y así proclama la dimensión espectacular y hueca de una intimidad y naturalidad hipersignificada a la vez que absolutamente abolida. Finge que finge: nada real se afirma, nada se pretende convincente, salvo el esfuerzo de ofrecerse como espectáculo hueco para una mirada.”

De Jesús González Requena en El discurso televisivo: espectáculo de la posmodernidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo más triste del caso es que hasta la solidaridad es fingida...y todo por estar en cartel, en boca de todos...toda una exhibición...de mediocridad y arrogancia.
Saludos! Muy bueno tu blog
Luz