Una voz interrumpe la habitual cortina musical de Tchaikovsky que suele dar comienzo al ciclo de radioteatros: “En este mismo momento, estamos siendo escrutados por inteligencias superiores a las nuestras que observan cada uno de nuestros movimientos cual si fueran gotas de agua observadas a través de un microscopio. Cada uno de nosotros está siendo estudiado por esas criaturas, con intenciones que no sabemos con exactitud hacia dónde derivarán. Esos seres poseen inteligencias vastas. Se parecen a peligrosos animales de la jungla, que mientras nos contemplan con sus ojos de envidia, trazan lenta y seguramente sus planes contra todos nosotros”. La voz desaparece misteriosamente y comienza un programa musical.
Otra voz, nerviosa y excitada, la del locutor del informativo de la cadena, interrumpe abruptamente la música y anuncia: “Señoras y señores, interrumpimos nuestro programa para ofrecerles un boletín especial. A 19:40, hora local, el profesor Farell del Observatorio de Mount Jenning, de Chicago, Illinois, comunica haber observado varias explosiones de gases incandescentes, producidas a intervalos regulares, en el planeta Marte. El espectroscopio señala que el gas es hidrógeno y se mueve en dirección a la Tierra con enorme velocidad”.
Un nuevo tema musical es interrumpido a las 20:10: “Como continuación de las noticias facilitadas en nuestro boletín hace unos momentos, se nos informa que el Government Meteorological Bureau ha pedido a los grandes observatorios del país que mantengan una vigilancia astronómica sobre cualquier nueva perturbación que pueda producirse en el planeta Marte. A partir de este momento nuestro país ha entrado en emergencia Nacional”. De aquí en más continúa al aire el informativo. Se suceden entrevistas con astrónomos que tienen opiniones disímiles sobre lo que está ocurriendo. Al preguntársele al profesor Farell ¿en qué puede concluir todo esto?, responde: “Afortunadamente, en el fin del mundo”. En tanto, es entrevistado al aire el Secretario de Defensa norteamericano que, lejos de tranquilizar a la ciudadanía, sólo atina a decir: “Nuestro único destino está en manos de Dios”.
El movilero Carl Phillips sale al aire a las 20:26 describiendo lo que sus ojos ven: “Hay dos esferas metálicas en estado incandescente depositadas sobre este bosque en Groves Mill. Estas esferas han atravesado la atmósfera y han impactado produciendo un ensordecedor ruido, seguido de un incendio (se escucha el crepitar de las hojas, el murmurar de las sirenas de las autobombas que se acercan para apagar el incendio, el murmullo de los vecinos congregados, las órdenes militares para alejar a la población y acordonar el sitio). A las 20:30 el relato de Phillips se vuelve nervioso y minucioso: explica como una de las bolas metálicas se abre y emerge de ella un extraño ser envuelto en vapores que “posee una tez verdosa y brillante, cual si fuera la de una serpiente; tiene un solo ojo de mirada azul y penetrante; y posee en lo que pareciera ser su extremidad superior, un miembro del cual pende un extraño artefacto (se escucha un zumbido, acompañado de un extenso e intranquilizador silencio). Diez segundos después, el griterío espantado de los vecinos es interrumpido por una temblorosa voz que dice: “El periodista Carl Phillips ha sido alcanzado por una lengua de fuego marciana, y ha muerto instantáneamente”.
Seis millones de oyentes siguen la transmisión. Muchos salen asustados por las calles, algunos buscan seguridad en los templos más cercanos o en los sótanos, no sin antes sellar puertas y ventanas con toallas húmedas, para evitar los gases venenosos. Algunos toman el coche y atestan las estaciones de servicio para aprovisionarse. No faltan los saqueos a tiendas y almacenes. En la radio siguen los anuncios sobre autopistas bloqueadas y sobre rutas de escape para evitar embotellamientos.
Dos segundos antes de las 21:00, la misteriosa voz anuncia: “Señoras y señores, les habla Orson Welles, terminada la emisión, para asegurarles que la guerra de los mundos no tiene otra significación que la que le brindaba la festividad. Hemos aniquilado al mundo ante sus oídos. Espero que se sientan aliviados al saber que lo hicimos sin mala intención”.
Adaptación de La guerra de los mundos, de H. G. Wells, hecha por Orson Welles el Domingo 30 de Octubre de 1938 para la cadena radial CBS. Una emisión que cambió la historia de la radio y de las teorías de la comunicación. El realismo de la misma causó auténtico pánico en Nueva Jersey: un millón de oyentes efectivamente creyó que el mundo estaba siendo invadido por marcianos. Orson Welles fue despedido por su broma pesada.
Otra voz, nerviosa y excitada, la del locutor del informativo de la cadena, interrumpe abruptamente la música y anuncia: “Señoras y señores, interrumpimos nuestro programa para ofrecerles un boletín especial. A 19:40, hora local, el profesor Farell del Observatorio de Mount Jenning, de Chicago, Illinois, comunica haber observado varias explosiones de gases incandescentes, producidas a intervalos regulares, en el planeta Marte. El espectroscopio señala que el gas es hidrógeno y se mueve en dirección a la Tierra con enorme velocidad”.
Un nuevo tema musical es interrumpido a las 20:10: “Como continuación de las noticias facilitadas en nuestro boletín hace unos momentos, se nos informa que el Government Meteorological Bureau ha pedido a los grandes observatorios del país que mantengan una vigilancia astronómica sobre cualquier nueva perturbación que pueda producirse en el planeta Marte. A partir de este momento nuestro país ha entrado en emergencia Nacional”. De aquí en más continúa al aire el informativo. Se suceden entrevistas con astrónomos que tienen opiniones disímiles sobre lo que está ocurriendo. Al preguntársele al profesor Farell ¿en qué puede concluir todo esto?, responde: “Afortunadamente, en el fin del mundo”. En tanto, es entrevistado al aire el Secretario de Defensa norteamericano que, lejos de tranquilizar a la ciudadanía, sólo atina a decir: “Nuestro único destino está en manos de Dios”.
El movilero Carl Phillips sale al aire a las 20:26 describiendo lo que sus ojos ven: “Hay dos esferas metálicas en estado incandescente depositadas sobre este bosque en Groves Mill. Estas esferas han atravesado la atmósfera y han impactado produciendo un ensordecedor ruido, seguido de un incendio (se escucha el crepitar de las hojas, el murmurar de las sirenas de las autobombas que se acercan para apagar el incendio, el murmullo de los vecinos congregados, las órdenes militares para alejar a la población y acordonar el sitio). A las 20:30 el relato de Phillips se vuelve nervioso y minucioso: explica como una de las bolas metálicas se abre y emerge de ella un extraño ser envuelto en vapores que “posee una tez verdosa y brillante, cual si fuera la de una serpiente; tiene un solo ojo de mirada azul y penetrante; y posee en lo que pareciera ser su extremidad superior, un miembro del cual pende un extraño artefacto (se escucha un zumbido, acompañado de un extenso e intranquilizador silencio). Diez segundos después, el griterío espantado de los vecinos es interrumpido por una temblorosa voz que dice: “El periodista Carl Phillips ha sido alcanzado por una lengua de fuego marciana, y ha muerto instantáneamente”.
Seis millones de oyentes siguen la transmisión. Muchos salen asustados por las calles, algunos buscan seguridad en los templos más cercanos o en los sótanos, no sin antes sellar puertas y ventanas con toallas húmedas, para evitar los gases venenosos. Algunos toman el coche y atestan las estaciones de servicio para aprovisionarse. No faltan los saqueos a tiendas y almacenes. En la radio siguen los anuncios sobre autopistas bloqueadas y sobre rutas de escape para evitar embotellamientos.
Dos segundos antes de las 21:00, la misteriosa voz anuncia: “Señoras y señores, les habla Orson Welles, terminada la emisión, para asegurarles que la guerra de los mundos no tiene otra significación que la que le brindaba la festividad. Hemos aniquilado al mundo ante sus oídos. Espero que se sientan aliviados al saber que lo hicimos sin mala intención”.
Adaptación de La guerra de los mundos, de H. G. Wells, hecha por Orson Welles el Domingo 30 de Octubre de 1938 para la cadena radial CBS. Una emisión que cambió la historia de la radio y de las teorías de la comunicación. El realismo de la misma causó auténtico pánico en Nueva Jersey: un millón de oyentes efectivamente creyó que el mundo estaba siendo invadido por marcianos. Orson Welles fue despedido por su broma pesada.
(El 13 de Agosto se cumplieron 60 años de la muerte de H. G. Wells).
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