31 julio 2006

¿Evitar el sufrimiento o alcanzar el placer?

“Lo que en el sentido más estricto se llama felicidad, surge de la satisfacción, casi siempre instantánea, de necesidades acumuladas que han alcanzado elevada tensión, y de acuerdo con esta índole sólo puede darse como fenómeno episódico. Toda persistencia de una situación anhelada por el principio de placer sólo proporciona una sensación de tibio bienestar, pues nuestra disposición no nos permite gozar intensamente sino el contraste, pero sólo en muy escasa medida lo estable. Así, nuestras facultades de felicidad están ya limitadas en principio por nuestra propia constitución. En cambio, nos es mucho menos difícil experimentar la desgracia. El sufrimiento nos amenaza por tres lados: desde el propio cuerpo que, condenado a la decadencia y a la aniquilación, ni siquiera puede prescindir de los signos de alarma que representan el dolor y la angustia; del mundo exterior, capaz de encarnizarse en nosotros con fuerzas destructoras omnipotentes e implacables; por fin, de las relaciones con otros seres humanos (…) No nos extrañe, pues, que bajo la presión de tales posibilidades de sufrimiento, el hombre suela rebajar sus pretensiones de felicidad; no nos asombra que el ser humano ya se estime feliz por el mero hecho de haber escapado a la desgracia, de haber sobrevivido al sufrimiento; que, en general, la finalidad de evitar el sufrimiento relegue a segundo plano la de lograr el placer (…) El aislamiento voluntario, el alejamiento de los demás, es el método de protección más inmediato contra el sufrimiento susceptible de originarse en las relaciones humanas (…) Existe, desde luego, otro camino mejor: pasar al ataque contra la Naturaleza y someterla a la voluntad del hombre, empleando la técnica dirigida por la ciencia. Pero los más interesantes preventivos del sufrimiento son los que tratan de influir sobre nuestro propio organismo, pues en última instancia todo sufrimiento no es más que una sensación: sólo existe en tanto lo sentimos, y únicamente lo sentimos en virtud de ciertas disposiciones de nuestro organismo. El más crudo, pero también el más efectivo de los métodos destinados a producir tal modificación, es el químico: la intoxicación (…) Particular importancia adquiere el caso en que numerosos individuos emprenden juntos la tentativa de procurarse un seguro de felicidad y una protección contra el dolor por medio de una transformación delirante de la realidad. También las religiones de la Humanidad deben ser consideradas como semejantes delirios colectivos (…) Me refiero a aquella orientación de la vida que hace del amor el centro de todas las cosas, que deriva toda satisfacción del amar y ser amado. El punto débil de esta técnica de vida es demasiado evidente, y si no fuera así, a nadie se le habría ocurrido abandonar por otro el camino hacia la felicidad. En efecto: jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos.”

De Sigmund Freud en El malestar en la cultura.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

SE QUE VOS NO LO ESCRIBISTE, PERO ¡¡NO PUEDO ESTAR MAS DE ACUERDO!!

Anónimo dijo...

La delicia del Psicoanálisis es ofrecernos un lugar donde poder reexperimentar con la pasión del pensamiento lo que nos sucede inconscientemente. Así toda la riqueza del inconsciente brota iluminando nuestras zonas mas oscuras. Y cuanto mas iluminamos, mas en las sombras nos adentramos. Es mi delirio el psicoanálisis, y mi pasión.
Como vos...

Federico Parapar dijo...

Una de las salidas transitorias al laberinto freudiano está en el humor. Es más efectivo que las intoxicaciones. No depende de sustancias externas, no se sustenta en prohibiciones, ni cuenta con molestos dealers a quiénes tocarle el timbre a las 3 de la mañana.

También existe otra salida transitoria, algo más extraordinaria. Al menos, cerca de la Av. Rivadavia. Se trata de la meditación. En ella, sólo hay aceptación y no hay deseo. Y sin deseo, no hay dolor ni felicidad. Nada se busca, nada se evita. Y cuando se logra eso se es parte de un todo, de un mero fluir en el que sólo hay paz. Es cierto que la meditación es un espectáculo para el que casi nunca hay entradas. Sólo pude lograrla algunas veces, casi por azar. Pero es maravillosa. Y te cambia la forma de ver las cosas para siempre. Te la recomiendo de corazón.

Me encantó todo el blog. La frase de Joey Ramone es imperdible. La historia de la New Coke y la fascinación por la eternidad de los objetos, es in-ob-je-ta-ble, si se me permite la ironía. Y la entrevista a Allen, una belleza, como diría el Bambi. Muy, pero muy bueno. Espero que sigas posteando para poder seguir leyendo cosas interesantes. Siempre estoy al tanto de tus cosas por intermedio de Juan.
Pero es un gusto reencontrarte por acá.
Un abrazo,